Gobierno Autónomo Descentralizado

Don Lucho, el hombre del encebollado

Don Lucho se muestra cordial con sus clientes. Nunca le falta la sonrisa. Saluda y lo saludan. Es amigo de los amigos y hermano de los hermanos. Tiene un negocio de encebollados en toda la esquina del mercado renovado.

En este sector Bolívar y 28 de Mayo donde se ordenó una obra más del Gobierno Municipal y como hace más de 30 años de los 62 que posee vive de la venta del manjar antes señalado. Los prepara con amor porque dice que ese es el secreto de su éxito. Además de la pulcritud y salubridad que hace que la sazón llegué por sí sola.

Recuerda sus inicios cuando empujaba un triciclo. Recorría todo el cantón con el tesón que Dios le otorgó. Hoy puede decir con orgullo que su trabajo lo dignificó y grita a viva voz que se gana el pan, que lleva a su mesa, con el sudor de su frente.

Sirve a su clientela. Con esmero. Luego hace un alto y recuerda sus inicios. “Siempre fue placentero rodearme de los habitantes de Ventanas. Gente trabajadora, educada, servicial y muy colaboradora”, indica.

Luis Morán (nombre y apellido de pila) no se cansa de agradecer al alcalde de la ciudad por el trato que le está dando a la urbe. “Vea amigo. Yo no tengo pelos en la lengua, pero con la presencia de Rafael Sánchez Ochoa el Municipio es otro. La ciudad es otra. Se preocupa por la gente más necesitada y si se vuelve a reelegir vuelvo a votar por él”, indica sin bajar la mirada y con tono fuerte.

Dice que Sánchez llegó a ordenar la casa grande (así le dice al Municipio): “El Municipio está lindo. Ordenado. Es la imagen de Ventanas. El terminal es otro de los sitios que han sido atendidos y eso es bueno porque antes esto era un relajo. Todo está ordenado.

Las calles están limpias y eso enoja a los que dicen estar en contra pero hablan porque no le gustan estar ordenados. Pero a la gente no le gusta que les diga las verdades. A mí me dicen que debo mejor y le juro que lo hago con gusto porque sé que me ayudan a mejorar”, acota.

Don Lucho no se cansa de hablar. Es como que si le dieran cuerda. Por eso, sigue atendiendo. Llevando cada plato a sus comensales. Atiende con gusto. Con una sonrisa a piel de labios. Cobra y da el vuelto. Levanta la mano y se despide.

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